miércoles, 11 de abril de 2012


Era una sirena negra, con cabellos como jirones de noche y pezones como higos maduros, oscuros por fuera y rosados los bordes, jugosos como ambrosía bendita.
Nació una luna llena; su madre, una sirena de piel de nácar y ojos de aguamarina, murió nada más nacer su pequeño retoño.
Cuentan las viejas sirenas que fue del susto al ver que su hija era tan negra como la pez y de ojos oscuros como carbones.
Vivió sola apartada, odiada, repudiada por ser diferente a las demás
Las otras sirenas veían en ella la oscuridad y la negaron una y otra vez maldiciendo su alumbramiento.
Eso la hizo sumirse en un letargo de silencios y tristezas, siempre escondida, apartada de las miradas.
Pasó el tiempo y la sirena creció y culmino su belleza. Su cuerpo se convirtió en un mar de vertiginosas curvas y abismos de perdición. Su belleza era patente a los ojos de los demás, tanto que el temor se transformó en oscura envidia.
Cada día peinaba su cabello con estrellas de mar. Negro y largo, se posaba delicado sobre sus grandes senos, y sus rizos jugaban al escondite entre pezón y pezón.
Y sus ojos siempre fijos arriba donde cielo y mar se juntaban.
Y en su corazón una esperanza renacía….





imagen de Nicoletta ceccoli

2 comentarios:

  1. Poeta! siempre guardo la esperanza de seguir encontrando tus letras!
    Sigue niña!

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  2. Es un gusto leerte. Tienes mucha sensibilidad, y la sabes transmitir en tu arte. Te seguiré.
    Me gusta como escribes.

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