sábado, 4 de agosto de 2012

Amîr



Había sido un día duro de trabajo y nadie se sorprendió.
Cuando a las 9 de la noche yo estaba ya bailando desnuda con Morfeo.
Unos segundos después vi: esos ojos, negros como la pena que reflejaban.
Me miraban desde lejos; el estaba apoyado en la columna del arco de los Nazaríes.
Con una mano extendida otra sobre la empuñadura de su Kajar.
Me llamo dos veces con un susurro:
-Maryam Maryam
Una música jovial me despertó.
Amîr:
Aquel nombre que entre risas oí murmurar hacia dos noches.
Lo recuerdo bien, porque esa noche salí con las amigas al pub de moda y me convencieron para probar un coctel nuevo que preparaba el” todo músculo, cerebro cero”, nombre que se gano a meritos el día que abrió la boca.
Salimos del local a las 3 de la mañana; subí por el casco antiguo, hasta llegarar al enorme mirador donde Alhamar se rindió a Felipe III.
Caminaba ligera por el frio y también por el respeto que me daban aquellas viejas murallas, un poco achispada por el coctel de mi amigo el “cerebro cero”.
Vi mi casa a lo lejos y una figura erguida que me esperaba apoyada en el quicio de la puerta.
-Pensé:
- Mi hermano
Pero a cada paso que daba, mi vista me confundía: si, era joven, pero esas ropas….
Oí un acelerón de un coche y unos gritos desde dentro:
-Morenaza
Me distrajeron un segundo y cuando mire, la figura ya no estaba.
Ya en mi habitación tumbada, mirando la lámpara, me quede dormida pensando que aquella bebida había surtido un efecto raro.
Entre en un sueño placido, que alboroto las risas de unas niñas. Farfullaban en una lengua antigua extraña que yo entendía perfectamente.
Eran menores que yo, lo intuí por la forma de sus senos, aun como mandarinas.
Toda la pequeña habitación olía a jazmines y azahar y estaba llena de cojines de vistosos colores velas e incensarios.
Y yo desnuda, en medio, dejándome peinar y perfumar por aquellas chiquillas que entre risas me decían:

- Amîr te espera, rápido- Unas se dedicaban a engalanar mis pies y manos con dibujos de flores y hojas, con un tinte negro que mojaban de un cuenco y me regañaban:
-¡Maryam : quieta que eres como el rio que juega!- Y sonreían.

Me engalanaron con pendientes largos de esmeraldas y un collar a juego.
Una vez perfumada y peinada, me pusieron un jubón blanco encima de mi cuerpo desnudo.
Salieron todas entre risas y murmullos.
Quede sola unos segundos, se abrió el portón de la habitación y lo vi:
Era hermoso, vestido con una túnica gris.
Extendió su mano y me llamo por mi nombre:
-Mayram Maryam- Repitió dulcemente
.
Le ofrecí mi mano y justo un milímetro antes de rozar la suya,
algo impacto en mi cara:
-¡Despierta holgazana¡hoy es el gran día – era Andrés, mi hermano, con su tono habitual entre irónico y sarcástico.

Le hice un giño y le devolví el almohadazo,
Después, lo mire con un halo de tristeza y pesadumbre, y le pregunte:
-¿Tu crees en la reencarnación?- me miro, levanto la ceja y soltó una carcajada que aun retumba en mi cabeza
Baje los escalones de dos en dos, tenía prisa, en el último escalón, mi padre me cogió en volandas
-Mi pequeña ya tiene 18.
Había olvidado mi propio cumpleaños. Todo lo acontecido en estas noches me tenía trastornada:
-¡Ay papa quita!- logre escabullirme de él.

Devore el pastel a toda prisa, no sin antes soplar las velas y pedir mi deseo.
Cerré fuerte los ojos, recordé su mirada, su pelo, su boca y desee en silencio:
-Quiero encontrar a Amîr.
Mi cumpleaños, ¿como pude haberlo olvidado?, tras volver a casa caminando desde mi trabajo.

Trabajaba hace unos meses en una mercería al mando de la señora Francisca, una mujer rolliza de unos 50 años para la cual todos los hombres eran el mismo Lucifer pero con pene desde el día que su Pepe se fugo con la hija de la pescadera, mi antigua sustituta, 20 años más joven que él.

Estaba anocheciendo y mi móvil no paraba de sonar, eran mis amigas,
tome la decisión de no cogerlo pues sabía que me enredarían.
En mi mente ya solo había sitio para él: Amîr.
No cene con la escusa de que tanto pastel me sentó mal.
Ya en la cama, mi padre subió con una manzanilla, me beso en la frente y me dijo:
-Yo también la echo de menos.
Unos minutos después ya percibía el aroma a jazmines y azahar.
Amîr estaba frente a mí:
-Tiemblas amor¬- me dijo mientras colocaba mí mano en su jubón cerca del corazón
-¿Oyes?- latía como un caballo desbocado.
-Te amo Maryam- Mientras, su mano dibujaba las formas de mis pechos por encima de la seda.
Me beso y deslizo el jubón fuera de mi cuerpo:
-Que hermosa eres, por Ala. Tengo celos del aire, el cielo y esa luna llena que te contempla.
Acerco su cuerpo desnudo al mío sentí, su pene firme y una humedad que me quemaba por dentro.
Hicimos el amor toda la noche.
No hubo rincón ni recoveco de mi cuerpo que Amîr no deshojara.
Esa noche fui como una rosa blanca que, pétalo a pétalo, yacía en sus manos.
Nos dormimos exhaustos, desnudos, formando un nudo de sabanas y piel.
Aun estábamos dormidos cuando el sol entro por la ventana y brillo sobre mi pelo azabache de mina, manojo de noche y misterio.
Mi cabeza sobre el pecho de Amîr .
Sentía su respiración, su corazón era un caballo desbocado en una montaña escarpada.
Mi mano en su mano y aun se percibía el olor a almizcles azahar y jazmines.
Abrí los ojos, en el instante que sentí como una voz lejana me llamaba:

............